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José Vidal Valicourt (Palma de Mallorca,1969) es poeta y escritor. Un español residente en las Islas Baleares que arrastra una calmosa herencia francesa, aunque la ciudad que lo absorbe es Lisboa.

 

Es autor de los poemarios: Encuentros y fugas (Ed. Opera Prima, Madrid,1999), Ruido de fondo (Ed. Calima, Palma de Mallorca, 2000),La fiebre de los taciturnos (Premio Fundación Maria del Villar Berruezo, Tafalla, Navarra), La playa de las gaviotas cojas (Ed. Opera Prima, Madrid, 2003),  Y los que nos ocupan:La Casa de Mallarmé (XXIII Premio Leonor, 2004 Ed. EXCMA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SORIA), Zona de Nadie (X Premio JOSÉ DE ESPRONCEDA Almendralejo, 2005 Ed. Del Oeste Ediciones).

 

Se describe a sí mismo como el hombre de los mutismos salvajes, momentos en los que ni siquiera responde al teléfono. Cultiva además la destreza de la ausencia presencial.

 

Se alimenta de los paisajes de la Sierra de Tramontana en Mallorca aunque no duda en afirmar que cualquier lugar es adecuado para la escritura.

 

Su temática principal es la mujer de superficie y de fondo, pero no cualquier mujer, solo aquella que no acepta certezas sino improvisaciones del alma.

 

Vidal-Valicourt improvisaba, sin duda, al escribir sus primeros poemarios con más vehemencia que en los dos últimos. Aquella poesía primeriza, era arrancada de sus entrañas o como se ha oído de su boca: “Escrita con las tripas”, puede que tuviera algo de adolescente desbocado que se emociona soñando con los senos de las mujeres.

 

Estamos ahora frente a un poeta adentrándose en años, acumulando juventud y experiencia. En su escritura la mujer sigue siendo protagonista, no podría ser de otro modo; aunque el hilo conductor se decanta hacía materias más abstractas, si eso es posible, como el silencio, los espacios vacíos que toman cada vez más amplitud y se hacen sonoros. Poco a poco se asoma el hombre que corta el cordón umbilical, deja de ser niño y de amamantarse. Muestra una visión nueva de la mujer, desde esa óptica, ella es compañera y cómplice en la distancia, ausente, lo justo como para aportar sin invadir.

 

Después de una parsimoniosa lectura, sorprendemos en el texto subterfugios que rezuman a la superficie, que iremos destacando.

“La Casa de Mallarmé” podría dividirse- tal y como de hecho se hizo- en tres fracciones interrelacionadas por oquedades. Las páginas que pretendían estar silenciosamente en blanco, se rebelan contra el autor transformándose en subdiscipulas de Mallarmé, Pessoa y Vidal-Valicourt respectivamente. Modestamente, Vidal-Valicourt se coloca como colofón de su propia obra. En el poemario posterior “Zona de nadie” percibimos ese don de la ubicuidad que le permite ser él mismo y a la vez distintos personajes. Así suplanta a Mallarmé, cuando en su tristeza de verano, busca “esa nada desconocida, tuya”. O a Pessoa, de quién tal vez asimilara el talento de la multiplicación. Como el pintor timador que simula dar burdos brochazos con pinceles que no son de su propiedad al lienzo en blanco, la nada y la multiplicación, consigue sin embargo un fino trazo hasta alcanzar “el triunfo discreto del silencio” con “la palabra que pide ser nombrada” o su propia identidad, aquella que no se atreve a pronunciar en voz alta. 

 

En la primera lectura distinguimos claramente los silencios brutales que pueden ser incluso violentos, solo después entendemos que significan. Al releer versos como “el mutismo no es silencio. Solo interrupción del habla” o “Escribo el silencio de tus pies…escribo para empujar estos límites, para hacerlos irrisorios” incluso “La respiración humilde de tu sueño. Tumulto del silencio”

Esos huecos no son ausencia de comunicación, son conversaciones encubiertas, disfrazadas de poemas, así dice: “Aquel poema fue escrito bajo códigos destrozados”. Dice, sin decir, dice lo indecible cuando se siguen las normativas del saber vivir. 

 

El poema central “El Estanco de Pessoa” merece atención particular; es un relato poético que refleja la lucha interna de un hombre contra su mundo, a la vez que nos hace de guía turística de Lisboa. Vemos un sutil marketing en el verso: “Mi monólogo exterior, en mi ruido de fondo, en mis encuentros y fugas, en esa extraña fiebre que ataca a los taciturnos” Enumeración de tres de sus primeros poemarios.

 

En la tercera parte, “El clamor se articula dentro de los silencios reunidos” nos parece como un llamamiento a que le prestemos atención. Cuesta entender a que son clama; pues nuestros ojos están ya puestos en él. 

 

En “Zona de Nadie” su último trabajo poético publicado asegura que está en ese lugar impreciso “alejado de los puntos de partida y de los destinos”, que su verbo preferido es declinar y “la palabra que se le hiela en los labios: Fuga”.

 

Los poemas parecen perlas de vida o fotografías descritas de momentos preciosos para el autor. Un ejemplo claro es “La Visita” dónde visualizamos al abuelo, excéntrico escritor que parece ser la vergüenza de la familia, y el auténtico guardián del silencio. Con toda probabilidad y fuera de todo pronóstico, sin ser mujer, el abuelo es su musa perfecta.

 

Rosa Ramos Frigola Articulista española (Figueres, 1970). Colaboradora desde 1998 en el semanario Veu de Sóller, de Mallorca (Islas Baleares). Y en el semanarioEmpordà, de Figueres (Cataluña) desde 2006. Ha publicado también artículos de opinión e informativos   en los magazines El Bolígrafo y Letralia. Atreviéndose también con la narrativa corta, la poesía y los cuentos infantiles.

 

 

 

ROSA RAMOS FRÍGOLA:

LA PALABRA QUE SE HIELA.

 

José Vidal Valicourt: Poeta de los mutismos salvajes.

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