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Cuatro poemas de Fernando Alarriba

De la palabra que se escupe como proyectil eficiente.

La poesía de Fernando Alarriba (Mazatlán, Sinaloa, 1983) cuenta con una profunda dualidad en sus atribuciones, más bien como un desenvolvimiento de su evolución, y de manera parafraseada cito el argumento de Borges de que todos poetas jóvenes en su inicio son barrocos, y que en Alarriba se cumple, más como una búsqueda, donde la palabra amoldada da paso a la palabra feroz que se escupe como un proyectil eficiente.

 

Esta publicación hace constar en gran medida la evolución del poeta, pero también su fundamento. Aunque inauguramos esta selección con el poema “Así es la cosa”, donde el poeta habla a manera de desgañito de la situación actual que se vive en México, también se ha realizado una selección de tres poemas contenidos en su libro “Loto”, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro el año 2013, poemario que ante la nimiedad que a simple vista asoma por encima de lo material, permite plantear a través de la poesía, con la quintaesencia del budismo, la eficiencia del enarbolado símbolo de la flor de loto, que invita al abandono consciente de los sórdidos cauces que prefiguran en nuestra vida cotidiana, y representa también, por qué no, ese terrible y bello respeto a la vida y la muerte que se profesa en un silencio de lo que transcurre.

 

 

 

 

 

 

 

 

Así es la cosa

 

Qué ardua esta marcha,

este bufar de casquillos,

esta pálida estrella quebrada.

 

Cuánta nada en los brazos que,

sin despedirse, se van sangrando

ante la sombra de los hijos.

 

Habrá que ver cómo esos ojos

serán grávido vergel para el olvido,

para tirar de un puñetazo la mañana.

 

Qué arduo resulta, de pronto,

tragarse de pedrada el último trago,

esta lumbre de mota que ya escalda.

 

Cómo pasa, así, de una, este alud

de dineros que a mansalva rasura gargantas

y labra su tierra de rabia y amapolas.

 

Cómo no agachar de asco la sonrisa,

cómo no caer de hocico cuando

otro noticiero lanza su nota roja

como gargajo duro contra la ventana.

 

Qué pudiéramos darles para parar

la bronca, este festín voraz

de lobos contra lobos.

 

Quiero yo un paredón de plata

para acribillar tanta rapiña,

tanta manga pesada que toma y manda,

que saca, corre, coge y acordona.

 

Quisiéramos quemar en leña verde

al próximos vivillo, al próximo Salinas,

al siguiente Guzmán o al más cercano Pérez

que se pase de verga con su toque de Midas.

 

Pero es tierra de nadie; me corrijo,

aquí es tierra de todos, donde, parece,

crecer nos cuesta un huevo y la mitad de todos.

 

Qué ardua, que fina se respira la bruma,

cómo enchila el plato que se come helado

y que rico cala el sol que ni calienta.

 

¿Así es la cosa ahora?

¿Igual que en esos cuadros?

¿De a tortilla, nopal y sombrerazo?

 

¡Ah sí!, se me olvidaba…

es de a limón, petróleo y a mordidas.

Es de a buchón y a Slim,

de a víctima y limosnero,

de a yo te chingo, tú me chingas,

nosotros chingamos y de vayan todos

a chingar a su puta bomba madre.

 

¿Es así? ¿De a esto nos toca?

Porque a cada minuto es lo que escucho.

¿Es así? ¿Así es la cosa? 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Créanos ahora un pequeño astro

de inmensas praderas multicolor.

Que sea bueno alzar el rostro,

dejarlo andar con el aire.

Sea infinito no poder hablar

o decir que me conozco.

Penetra el humo

lengüeteando el aceite del alba.

—¡Lancen una brisa que agite las persianas!

 

Vamos juntos en aparente revoltura.

Éste es el mundo

su iris de llanto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

Dar gracias.

Cada aliento

manantial de charlas.

Animales aparecen.

Se detienen

se escapan al fervor solar.

Somos, cada hombre,

un collar de asombro y brazas nimias

oraciones ligadas en la cuenta de los días.

Somos hechos de otros tiempos.

Rezo de otoño

aura que empapa las sombras y ruidos del cielo.

Abandono mis campos

me evaporo

lluevo.

Cada aliento está aquí

Ahora, baila una niña entre los pichones.

 

Ignora todo

excepto que comen

y pronto

habrán de volar.

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Crujido añil

golpe negro.

Nerviosa vida entre pelo y humo.

A tientas murmuro todo.

En quedas exhalaciones un pensamiento hiere el espacio.

Andanza de luna

quietud de liebre

latido sin freno.

Algo sopla

y vuelvo a callar.

Son los primeros granos que darán nombre a la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Mazatlán, Sinaloa, 1983). Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Publicó en la antología Moebius. Memoria del primer encuentro 2010, poetas nacidos en los 80 (Sikore Ediciones, 2011). Ha publicado ensayos en los libro Memoria de palabras de la generación 2005-2006 de la Universidad de Guadalajara (Prometeo Editores, 2007) y Los rostros literarios de la locura (Universidad de Guadalajara, 2008). Fundador y director de la revista virtual Mantarraya. Autor del libro de poesía Loto (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2013), sus poemas fueron antologados en la Antología de poetas del sur de Sinaloa (Honorable Ayuntamiento de Culiacán, 2015).

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