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FERNANDO ALARRIBA:

EL PAÍS DEL SOL.

Mohamad Alaaedin Abdul Moula: El poeta sirio exiliado en la Ciudad de México habla sobre su encuentro con este País, su poesía mexicana y sobre la guerra en Siria.

 

"Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra,

 libertad que se inventa y me inventa cada día".

Octavio Paz, Libertad bajo palabra.

 

CIUDAD DE MÉXICO._ Frente a la Casa Refugio Citlaltépetl, ubicada en el parque Ramón López Velarde, en la colonia Roma, el sol despunta y los pinos conservan intacta la frescura del amanecer. Las paredes multicolor de este pequeño recinto capturan su esencia: en dibujos, hombres y mujeres de diversas naciones, orígenes y credos, encuentran un espacio ajeno a los infiernos en los que, por causas políticas de alto riesgo, se han convertido sus hogares.

 

La palabra bienvenidos es un mantra plasmado en chino, inglés, italiano, francés, portugués, ruso, español, árabe y otras lenguas que canta a la solidaridad.

 

El 17 de febrero del 2011, el poeta sirio Mohamad Alaaedin Abdul Moula, llegó a la Ciudad de México. Sus actividades en contra del régimen del Presidente Bashar El Assad, lo convirtieron en blanco de los servicios secretos de su País. La vigilancia asfixiante sobre sus labores artísticas y las severas intimidaciones en contra de él, sus familiares y amigos le hicieron entender que, como nunca antes, su vida estaba en riesgo y que con el estancamiento de la primavera árabe en Siria, esta nación entraría a una etapa crónica en los más de 40 años de dictadura de la familia Assad.

 

El poeta se puso en contacto con ICORN, International Cities of Refuge Network o Red Internacional de Ciudades de Refugio, una organización que apoya a escritores y literatos opositores de todo el mundo en su búsqueda de lugares seguros para vivir.

 

Tras superar las trabas de los servicios de inteligencia para obtener un permiso de salida, el artista acordó pasar los siguientes tres años de su vida en México.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El poeta Mohamad Alaaedin Abdul Moula

Fotografía tomada por Francisco Licea

 

 

 

Alaaedin y yo rompemos el silencio con tímidos saludos y la ineficaz comunicación fruto de nuestros mares lingüísticos. Debido a la demora de los traductores, José Luis Alexis Rivera Luque, un joven mexicano de 25 años convertido al Islam en el 2005, y Mohamed El Mourabit, un marroquí de 35 años que habla perfectamente español y lleva poco más de un año en la Ciudad de México, pedí con gestos al ganador del Premio de la Unión de Escritores Árabes 1999 que hablara sobre cualquier cosa, la traducción vendría después. Dije la palabra Homs, el nombre de su ciudad natal.

 

“Homs es una ciudad siria muy grande, localizada en el centro de Siria, muy antigua en la historia, como todo el País, que se remonta a la época romana y bizantina. En Homs, en algunas etapas históricas, la gente solía adorar al sol, a tal grado que encontramos una fortaleza que se llama actualmente la fortaleza de Homs. En este lugar se desenterró una piedra que es un altar, usado para sacrificios humanos en nombre del sol; a esta piedra, se le puede llamar también la piedra del sol. Es una coincidencia bella, Piedra del Sol, un gran y conocido poema de Octavio Paz. Yo sé que el sol tiene en México, en la mitología mexicana, una presencia sagrada. Cuando llegué a México les dije que yo iba a salir de la ciudad del templo del Sol, hacia un País del sol”.

 

El poeta describe algunas palabras con sus manos, hace pausas y enfatiza ciertas frases, hasta que Alexis y El Mourabit llegan corriendo. Ofrecen disculpas, Alaa, como le gusta que le llamen, hace lo propio y yo señalo, en tono de broma, que todos estamos disculpados, ellos se lo comunican al escritor, quien remata: “sí, incluso los árboles están disculpados”; estallamos, al unísono, en una carcajada que nos conecta al instante.  

 

En el País del sol

 

Homs, la ciudad del templo de sol, está devastada. Con más de 12 mil muertos a causa de los bombardeos, entre las ruinas, las masacres en masa, las torturas, la política de brutal represión a cualquier tipo de protesta contra el régimen de Damasco y restricciones sistemáticas de agua, luz, medicamentos, electricidad y alimentos, la ciudad de la poesía, como Alaaedin asegura se le conoce en Medio Oriente, por tratarse de un centro que generación tras generación ha visto nacer y congregarse en él a artistas, pensadores e intelectuales, es hoy lo que muchas otras poblaciones de Siria, un museo vivo de la guerra.

 

En su refugio en la ciudad más poblada del planeta, las cifras de muertos que anuncian los noticieros le recuerdan que allí podrían encontrarse sus hijos, dos jóvenes de 19 y 21 años que luchan en el ejército rebelde, Jawhbar, el menor, también escribe poesía, pero lo hace en inglés. 

“Esta crisis vive dentro de mí. Me provoca ansiedad, tristeza y una lucha psicológicamente destructiva. Adentro de mí luchan la esperanza y la desesperación juntas. Se contradicen mis sentimientos cada hora, pero finalmente veo al futuro y hacia la necesidad de cambiar toda la situación en Siria”, dice Abdula Moula mientras caminamos.

 

Arrojando el humo del cigarro, el autor de 48 años señala que el exilio tiene rostros múltiples. El no saber español y no poder comunicarse plenamente, es una de las experiencias mas desagradables que ha tenido.

 

Mientras enciende otro cigarrillo, me cuenta que el destierro le ha producido una profunda extrañeza hacia sí mismo, y confía en que el medio para explicarse su experiencia mexicana será un libro de memorias que planea escribir en un futuro. Con una sonrisa, dice que le es inevitable reconocer que México es un mar humano, prolijo en maravillas, fascinante en su historia, su arte y su forma de concebir la vida. 

 

“Del país me sorprendió, y me molestó principalmente, el ruido y el bullicio que afectan los nervios y no permiten pensar ni escribir con calma. Jamás imaginé todo este ruido que me ha creado desde hace dos años, hasta ahora, fobia al ruido. A excepción del ruido, México es un país muy bello, encantador e impresionante que me enseña mucho. La cosa más importante que aprendí aquí fue la libertad personal. Me encanta cómo la gente ama la música. Hasta tal grado que llego a decir: ‘dale a dos mexicanos una guitarra y un violín y ten todo un día lleno de música y de canciones’. La música, la canción y amar la vida son parte de la cultura general en la sociedad mexicana. Esto significa una filosofía en la manera de vivir. A pesar de toda la pobreza y del cansancio del trabajo continuo, dan a la vida su derecho y saben cómo arrancar las horas de alegría”.

 

Al igual que el ruido, Alaa destaca que el narcotráfico, la violencia, la inseguridad y la evidente dependencia económica y política hacia Estados Unidos, son elementos que degradan la vida en este país.

 

Diego Oviedo, uno de los coordinadores de las actividades de la Casa Refugio Citaltépetl, se incorpora al grupo. Él ha sido parte del proceso de integración de Alaa en la sociedad mexicana a través de las lecturas, seminarios y conferencias sobre política y arte sirio.

 

“La actividad es secundaria, el objetivo es que convivan migrantes y mexicanos, que se sepan bienvenidos, integrados”, Oviedo destaca que Casa Refugio Citlaltépetl tiene casi 10 años dedicada al apoyo de regufiados, y que hasta hace menos de un año trabajó con Amnistía Internaciona, hoy lo hacen de forma independiente.  

 

Mientras buscamos un lugar para tomar algunas fotografías, la sonrisa de Alaa me hace notar que este hombre no se asume como una víctima. Hace bromas frente a la cámara, dice que le divierten mucho las poses serias de los intelectuales. Juega con el humo del cigarrillo y centra sus grandes ojos cafés, desorbitados bajo el poderoso aumento de sus anteojos, en alguna parte del cielo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El poeta Mohamad Alaaedin Abdul Moula

Fotografía tomada por Francisco Licea

 

 

 

 

“México es un espíritu que sigue en existencia desde hace miles de años, un espíritu que vuela en sus bellas provincias, que desafía al tiempo, que ama apasionadamente la vida, que está sumergido en las artes y la literatura, un espíritu en el que conviven diferentes tiempos con todo amor y paz”.

 

Ha conocido Oaxaca, Tlalpujahua, Michoacán y Toluca, en el Estado de México; el abundante desfile de iglesias en la ciudad de Puebla le produjo un fuerte impacto estético y religioso, se confiesa encantado de ver cómo en México el catolicismo convive con un gobierno laico e instituciones modernas, algo que en Siria sería una locura imaginar ya que allá el Islam es una herramienta más de dominio político.

 

En Coyoacán lo inundó el color de La Casa Azul, hogar de la pintora Frida Kahlo, desfiló frente a los murales de Diego Rivera ubicados en distintos museos de la capital y visitar el Museo Nacional de Antropología e Historia significó ingresar a una enciclopedia sobre las culturas mayas y nahuas. Pero sus mayores instantes de asombro los vivió en Teotihuacan, espacio que rebasó su imaginación, y en la Casa de Alvarado, barrio de Santa Catarina, Coyoacán, lugar en el que falleció Octavio Paz, le asaltaron sensaciones misteriosas que desembocaron en uno de sus poemas mexicanos, En la casa de Octavio Paz:

 

 (…) Ha dicho: te conozco/ ven a contemplar el ciclo del tiempo/ le he tomado la mano/ Nos hemos inclinado sobre el cuerpo del universo/ Nos hemos vuelto olas consecutivas/ que desplegan el ritmo de la existencia según su movimiento/ y hemos bebido juntos la embriaguez del cristal…/ Le he murmurado:/ A la ciudad del sol la están degollando oh padre/ Dijo con alegría segura: / Ineludiblemente el sol es necesario oh hijo… [1]

 

Palabras aladas

 

Mientras lee, sus manos se mueven tras los tonos de la voz como hojas de árbol cacheteadas por el viento, el sol se asoma en lo alto derramándose sobre su rostro.

 

“Mi frase favorita en español es Buen día. Tiene que ver con el irrumpir del sol desde la oscuridad. Me parece una forma muy bella de saludar”.

 

Más tarde, en un café turco, entre el ajetreo del tráfico, los claxons y las campanadas de los recogedores de basura que descalabran el aire, Alaa relata que su formación poética es completamente autodidacta.

 

“La poesía no necesita ciencia, no necesita estudio, se escribe con el corazón, con el espíritu”.

Su primer contacto con los libros se dio a través de su padre, un jeque islámico ortodoxo que le acercaba volúmenes de estudios críticos del Corán y tratados de pronunciación del libro sagrado mahometano. Nada de esto le resultó atractivo. Sin embargo, en su lectura pude percibir que este hombre vive la poesía como un ejercicio espíritual que rompe cualquier barrera, y para él, este vínculo se formó en medio de una fuerte crisis personal.

 

A sus 15 años, tres de sus hermanos fueron capturados por agentes del servicio secreto de Hafez El Assad, el padre de Bashar, acusados de formar parte de un grupo político opositor. Dos fueron asesinados y uno más permaneció en prisión durante 10 años. 

 

“A los meses de la captura de mis hermanos, comencé a sentir anhelo y nostalgia puesto que mi casa estaba vacía sin ellos. Entonces comencé a escribirles palabras en forma de mensaje y, después de terminar mi mensaje, me sorprendió que eso era poesía. Esos fueron mis primeros momentos dedicados a la escritura”.

 

Junto al dolor del parto del poeta, ese evento significó su ruptura definitiva con la religión. “Es cierto que muchas cosas de la civilización fueron alcanzadas gracias a la influencia del Islam y la lengua del Corán y mucho de la filosofía surgió y evolucionó en un ambiente islámico en las primeras eras del Islam; pero todo eso pereció con el control del intelecto individual y el uso del Islam como herramienta de dominio político y opresión de las ideas de los otros. La humanidad, tiene una religión, desde antes de las reglas. Se hacen preguntas, porque el hombre tiene miedos, dudas. La poesía es una relación con la existencia. La poesía no puede compararse con la religión porque no existe una regla. La religión llega un punto en el que no deja espacio para las preguntas. Se impone un miedo del cual hablan los filósofos. El poeta es amigo del miedo, porque le gusta preguntar. Tiene una constante preocupación y esto le hace preguntarse en todo momento. Para mí, la religión, no da espacio a esa apertura. Establece el seguir la fe, las reglas. La pregunta en la religión no tiene alas, y las preguntas del poeta y el escritor no tienen límites”.

 

“Para tú por favor”, Alaa me obsequia dos libros, Las nubes de hoy, invierno de mañana, una antología de su obra poética desde 1985 a la fecha y Metáforas mexicanas, volumen que contiene su producción lírica realizada en este País. 

 

En el primero, los temas centrales son el erotismo, la crítica religiosa y política, algo que le ganó la censura y persecusión del régimen sirio. También destaca la presencia constante de la mujer, desde lo carnal hasta alcanzar un sentido cósmico y sagrado; el sueño, el dolor que mana de la miseria y la crueldad de la dictadura, la naturaleza, los mitos, el encuentro con la poesía, la exaltación mística. Son textos de carácter íntimo, poblados símbolos cuya fuente es una imaginación que galopa, estalla y por momentos vaga sin rumbo, recreándose en detonar cada uno de los sentidos y embarcarse en reflexiones filosóficas. 33 años de trayectoria que le han ganado premios en su país y en otras naciones árabes.

 

Pero en tres años de vivir en una tierra que sólo conocía a través de los fértiles mitos y leyendas prehispánicas, en los relatos de los conquistadores españoles, la poesía de Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Pablo Neruda y Juan Gelman, en las narraciones de Carlos Fuentes, Juan Rulfo y Ana Clavel, con quien dice sentirse profundamente identificado por el tratamiento que la autora hace sobre el cuerpo y el erotismo, Mohamad Alaaedin Abdul Moula ha creado su propio imaginario sobre este país.

 

Metáforas mexicanas mantiene el aliento y algunos temas de sus trabajos anteriores, pero en esta serie, los paisajes de las ciudades, la gente y las tradiciones de la tierra del exilio son un detonante para su universo íntimo: no recorta, a manera de estampas, la realidad mexicana, sino que ésta reinventa las intuiciones, sensibilidad e imaginación del poeta .

 

(…) Espero el abrazo secreto entre la pirámide del sol/ y la pirámide de la luna al final de la noche/ para decirles que han aprendido los besos/ de los labios de mi amante./ Espero a mi amante para decirle:/ si tengo un terremoto en el corazón/ es porque te quiero.

La ancestral Ciudad de México es espejo de la antiquísima Siria; escenas de curanderos, de parques y calles; verdor de nopal, el perfume provinciano de Tlalpujahua, el cuerpo inflamado por el tequila, música de mariachis y el sexo que se encuentra de manera furtiva, se funden con el refinado imaginario de oriente, su misticismo, el perfume de jazmines, los murmullos de arroyos y fuentes, la lujuria del vino y la añoranza del terruño, mezcla de ternura y dolor.

 

Pero tal vez lo más impactante de la creación mexicana de Abdula Moula es contemplar cómo lo cotidiano se vuelve el último de los misterios: la libertad sopla en nuestra caras día a día y es atropellada bajo la rueda del tedio, la indiferencia, la apatía, en vez de exaltarse en sus prodigios.

 

Al mediodía/ salen los extraños hacia sí mismos alrededor del lago/ se sientan y juegan con sus perros/ como si estuvieran en un festival/ el perro feliz baila con el flujo del agua/ le sonríe la chica, lo abraza/ y expone su espalda desnuda al sol, / nadie se opone a su desnudez/ mientras yo calmo el lobo de mis ojos hacia su belleza/ y vuelvo a nuestro barrio (…)

 

Entre el juego, la sensualidad y el descubrimiento de una tierra nueva, es inevitable detenerse en la oscuridad que también respira en estos versos.

 

La dolorosa añoranza de su País, la soledad y la desesperación desfilan En Abuela… es la guerra, Una carga para mí mismo o La imagen del exilio en la cama, en los que el poeta se asume como un ser poblado por el desarraigo, por los fantasmas de la violencia, el acoso de un futuro incierto y un presente pálido.

 

(…) Mi espalda es un país donde se agrava el baile de la sangre/ donde aumenta el tambor del degollamiento/ y se organiza el folclor de la melancolía (…)

 

La ira también es fruto de estas Metáforas Mexicanas. El general, un ingenioso e sagaz dibujo de Bashar El Assad, está construido con el desprecio y el resentimiento hacia un hombre cuyo origen y destino, parece ser el de la brutalidad hacia su propio pueblo.

 

(…) Y orientándose a la localidad de su trabajo, empieza su tarea/ averiguando la lista de muertos del día…/De repente mira fijamente la foto de su padre/ en la pared y dice: no eran numerosos…/ se queja y larga en el aire un soplo atómico/ golpeando la mesa con la mano, y gritando. ¿No hay más?

 

Próxima estación...

 

Las imágenes de niños, mujeres y hombres envenenados por los gases letales tras el ataque del 22 de agosto fueron la gota que derramó el vaso para la comunidad internacional en relación al conflicto sirio.Inmediatamente se activaron las alarmas. Se habló de una intervención militar.  Estados Unidos, Rusia, China, Irán, Israel, Francia, Inglaterra... todo el mundo tiene intereses y una postura frente la guerra en Siria, pero lo único cierto es que la moneda de la paz sigue en el aire.  

"Después de dos años y medio de muerte, asesinato, de destrucción de las ciudades, los campos y de bloqueo… La tierra y el cielo se han estrechado para el pueblo sirio insurrecto y rebelde y ha llegado a pedir la salvación, incluso a Satán, es un modo de decirlo. Nuestro pueblo quiere terminar con el gobierno tiránico de Assad y recuperar sus derechos, su dignidad y su libertad. En su desesperación puedes encontrar a muchos de ellos, ¡que apoyan la intervención americana! La sociedad internacional se muestra en la crisis siria como una sociedad hipócrita, mentirosa y que no se acuerda de la naturaleza de su pensamiento sobre la libertad, la justicia y los derechos humanos".

Mohamad Alaaedin Abdul Moula se reconoce como un hombre afortunado: es libre, llegó a un País completamente desconocido para salvar su vida y desde aquí ha hecho todo lo posible para entrelazar a Siria y México. A falta de un empleo formal, su sostén proviene de la venta de sus libros y el apoyo que recibe de las conferencias y seminarios que ofrece sobre la cultura siria y también sobre la guerra; es la forma en la que Casa Refugio Citlaltépetl conecta a la sociedad con sus huéspedes: los mexicanos pueden acercarse a ellos, conocerlos, aprender de viva voz sobre esos mundos lejanos que día a día se asoman fugazmente en los noticieros, en un crónica vertiginosa que tiene rostro de sangre y fuego; pero que gracias a él, la palabra Siria adquiere un rostro, una voz que habla desde la entreña.

 

"Mis poemas ahora son una lectura del sufrimiento de los sirios, una incitación para ellos por la esperanza, a pesar de toda la sangre en las calles y de la destrucción interna y material en su vida. Festejo en mis poemas la libertad y la revolución en todos los niveles. También provoco a los otros hacia el amor. Les doy una fuerza espiritual de la que tienen necesidad. Mis poemas lloran con ellos, se desangran con ellos y portan optimismo".

 

¿Cuáles son tus sueños? 

Mohamad El Mourabit, el joven marroquí, transforma la pregunta a los chiclosos sonidos del árabe.

 

"Como mexicano es conocer Chiapas, algo diferente a la Ciudad de México, una vida más cercana a la naturaleza, ciudades con menos ruido. Como sirio...“

 

Mohamad Alaaedin Abdul Moula guarda silencio. Da cinco caladas rápidas a su cigarro. El bullicio de la ciudad lo cobija, después su voz se quiebra, llora... nos acercamos a él de forma instintiva.

"El regresar a una Siria libre, a un País libre... , generoso, noble, quiero regresar a un País que tiene la mitad de su población, ya no es el País de antes, pero quiero regresar a un País libre".

 

Nos despedimos, y antes de sumergirnos en el ruido de la ciudad, le digo que si en este momento México pudiera escucharlo qué le diría.

 

"En primer lugar le agradezco a ICOR por haber presentado Casa Refugio Citlaltépetl, porque he sido y sigo siendo su huésped. Espero que me apoyen una vez que se termine este tiempo con ellos en febrero de 2014, pues me aseguran un lugar confiable para vivir en Suecia. En cuanto a México, la palabra gracias es poca cosa. México me ha dado tres años de seguridad y estabilidad, porque ahora en Siria no podría vivir así. México ha conservado mi vida y me ha dado buenas condiciones para una vida digna. He producido poemas nuevos para mi experiencia poética. Por eso siento que una parte de mi alma se ha vuelto mexicana de un modo u otro. Le digo a México que voy a proteger siempre esta bella parte con todo amor y respeto. Quiero que México juegue un rol positivo en esta crisis al menos a través de su recibimiento de refugiados sirios que huyen de la muerte, pues ya he escuchado que hay emigrados sirios que han encontrado grandes dificultades para entrar a México. Espero que los responsables muestren comprensión y ayuda a los sirios".

 

FRASE

"El arte construye un mundo de grandes valores, recuerda a la gente el significado de la belleza del ser humano y lo invita a festeja la vida, el amor y el bien. El arte siempre se mantiene en contra de la corrupción, las guerras y la tiranía. El arte le da al hombre su derecho a soñar, su derecho de imaginar, especialmente en las sociedades en crisis y asfixiadas espiritualmente. El arte quiere del humano que descubra su humanidad en la construcción de relaciones fuertes y espirituales libres del asesinato, de sangre y de injusticia".

 

Mohamad Alaaedin Abdula Moula

Poeta

 

 

 

[1] Todos los poemas citados se encuentra en: Abdul Moula Mohamad Alaeedin, Metáfotas Mexicanas. Gobierno de la Ciudad de México, México, 2012.

 

 

Fernando Alarriba. Nació en Mazatlán, Sinaloa, 1983. Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Publicó en la antología Moebius. Memoria del primer encuentro 2010, poetas nacidos en los 80(Sikore Ediciones, 2011). Ha publicado ensayos en los libro Memoria de palabras de la generación 2005-2006 de la Universidad de Guadalajara (Prometeo Editores, 2007) y Los rostros literarios de la locura (Universidad de Guadalajara, 2008). Fundador y director de la revista virtualMantarraya.

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