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SEMILLA: REMANENCIA DE LA LUZ

Sobre la exaltación del amor en su plenitud.

“Invocar el amor, desde los territorios donde la domesticidad, la templanza de un lenguaje traslúcido y la comunión de los cinco sentidos (lo sensorial como vínculo de estos territorios) ha sido una de las ideas mas persistentes de la poesía a lo largo de la historia. Consolidar este discurso, refrescarlo hasta lavar sus consignas en una poesía decantada, pulsada entre la extrañeza y la sonoridad de su voz, es uno de los méritos de este libro. Semilla: Remanencia de la luz, segundo título del joven poeta sinaloense Jobyoán Villarreal, nos coloca de lleno en los escenarios donde la poesía encuentra en el amor los motivos para nombra el mundo, las cosas.”

 

Jesús Ramón Ibarra

Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes

 

 

 

Este diálogo sobre la idea del amor que se preserva de una forma terrenal, de este amor que es un tanto Bíblico y Platónico, comenzó ya hace algunos años, a manera de soliloquios. Fue quizás por allá en el 2007 o 2008 que, entre sueños, en conversaciones sostenidas con la nada, se me encontraba dialogando a solas con esta mujer sabia de la antigüedad llamada Diotima. Yo argumentaba que un hijo representa una semilla que es soltada por un árbol, y representa a su vez el resultado del amor como mecánica que busca preservar al género humano. Ese impulso, esa pasión que nos ciega, es parte de una fina maquinaria que se recompone en todo lo que hay, y bien digo en dos versos de este libro, que; “Nuestras caras se diluyen en el infinito / para probar el código nublado de la semilla ".

Este tipo de amor, que creo yo, está conformado por dos conexiones que se perciben, tanto en el humano como en la naturaleza, como recepción y acatamiento; dos hilos delgados que se conectan a todo y hacen de todo un engranaje, similar a una actividad simple, dual, y básica, como lo es inhalar y exhalar, actividad que oculta en el punto más cercano de sus trazos, esa mecánica que, como dice Gorostiza, no se revela al ojo.

La poesía, sin duda, es una manifestación de este amor, de esta mecánica. Vemos en ella, en sus campos semánticos, un reconocimiento y una correspondencia de las cosas, coherencia similar a un inhalar y exhalar que bien podemos llamar amor.

Semilla: Remanencia de la luz, es un poemario que funda sus bases en estas premisas, en las circunstancias del amor y en una serie de reflexiones derivadas de estas. En este poemario reflexiono sobre la vida como una serie de entrelazamientos, donde nacimiento y muerte juntan sus extremos formando un ciclo interminable. Hablo también de la sentencia que se construye en otro lado, en esos momentos de dicha en los que se ama, ese ramal de hielo que se anuncia y que empieza a hacer sus señales desde la palabra. El poemario transcurre convirtiéndose de una oda al amor, a la mujer amada, a una elegía a la vida. Muestra en otras palabras, con un dejo de nostalgia, al amor en su plenitud y la sensación de su pérdida.

Acaso la intimidad con la que escribí los poemas de este libro hace que hable de ella, mi esposa, a quien dedico este libro, como áurea madre, como ángel, o, porque no, como [la] “huella de [un] niño en la playa” [o la] estampa de [una] gaviota en el cielo. También me permito transmutarla en algo sin cuerpo, en una sustancia, o convertirla en una zarza ardiente, en un mar dividido por Dios, o en la misma Sulamita del Cantar de los Cantares.

Eclesiastés 3:11 dice que Dios ha puesto lo indefinido en nuestro corazón, y yo digo, aplicando esto a los amantes que “Hay un grano de luz que Él ha encajado en el alma. / [y] Aflora en tiempos de grandeza, / cuando los ojos se detienen en el segundero / y las bocas estallan en un júbilo de pirotecnia”.

Hablo también de un destello de sombra que viene y nos muestra cómo pasa la secuencia del tiempo que va de la mano con el amor y con la vida, esa etapa árida que ya se viene anunciando cuando amamos, y después esa orfandad que se planta como un árbol invisible y es todo lo que queda, dejándonos en las manos la tragedia de la muerte en sus numerosas facetas.

 

 

 

Jobyoán Villarreal

16 de octubre de 2020

 

 

 

 

* Texto leído el 13 de noviembre de 2020, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Los Mochis, Sinaloa, México.

Cinco poemas de Semilla: Remanencia de la luz

 

 

 

 *

 

Habrías de nacer un 25 de diciembre,

cuando el tiempo canicular de la estirpe se había ido,

y los péndulos de las estaciones se agolpaban en el horizonte

sonando el gong del eterno renacimiento.

 

Desnudemos esa fecha

de todo lo que la gente le ha puesto encima,

escribamos sobre ella un significado,

un 25 de diciembre

cuando tu madre te sostuvo en el atardecer

y las nubes trazaron en ese cielo azul

las campanas canoras de leche y arroz.

 

Ya presentía tu llegada de astro trepidante

en el olor a humedad de la lluvia decembrina.

 

Ya desde antes tu presencia de espiga de nieve

me recorría en el pecho.

 

Cómo decirte en ese entonces, sin conocernos,

que nuestras miradas se entrelazarían como espejos

arrancándose imágenes hasta la médula.

 

 

 

 

 *

 

 

 

Come chocolates, pequeña;

¡come chocolates (…)

(…)¡Come, pequeña sucia, come!

¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad

con que los comes!

(Álvaro de Campos)

Somos un pararrayos,

la interacción entre dos campos vectoriales.

Estoy parado al borde de tu piel,

temblando por tus distancias de abismo.

 

En tu boca se gesta la confitería del universo,

un resumen del cosmos en tu lengua,

y en el momento en que me quitas la envoltura,

como la niña de Campos,

tallando tus manos en mi cara con esa verdad,

muda y sola se olvida en la boca la sombra que sube contra mí toda ceñida

en mi mente los filamentos de trigo vacían la pesadumbre de los días,

me adelgazas, sí, 

                      como en una muerte prematura

                                                            la huella que en el tiempo y el polvo

                                                                                                           se hace tenue.

 

 

 

 

 

 

 *

 

 

 

 

 

 

 

No es la luz

es el orden que pone pauta en nuestros cuerpos.

La abstención que como río llega siempre

a una presa infinita.

 

No es la luz

sino tu cara humeante

y tus pechos lo que marca

el contorno de las sombras

como flores abiertas en un lago silencioso.

 

No es más que el terrible abismo que nos recorre

piel con piel

como el bebé con la madre

donde se gesta la semilla

y se divide el sueño del amor.

 

Piel con piel donde somos una larga sombra

y la luz aflora desde el fondo del sexo.

 

Entonces

el año lactante tiene el abismo en la lengua

y soy el mártir del ciclo,

donde mis manos gestan el lodo

de un comienzo perpetuo.

 

Nuestras caras se diluyen en el infinito

para probar el código nublado de la semilla

y somos tú y yo

los que caminamos por el muelle

como por el cordón umbilical del universo.

 

 

 

 

 

 *

 

 

 

 

 

Descorporízate.

 

Que tu esencia venga absolutamente libre hacia mí Quitando de cada poro el muñeco de paja que me esclaviza No hay tiempo que el horizonte viene a aplastarnos Descorporízate Que sea una palabra la transubstanciación de tu cuerpo Que embriaga y alimenta de igual manera Que en la sintaxis del viento tus labios tomen forma de libación o presagio Que sea la dura quilla que nos soporta La llama que templa tu cuerpo Moribunda Y solo quede el chasquido de la felicidad que lo conmemora todo.

 

 

 

 

 

 

 *

 

 

 

 

 

Hay mucha luz aquí para escribirte

debería escribirte mejor desde una esquina olvidada y oscura,

o escribirte esas noches que llego cansado

y veo mis zapatos y la sombra que producen

y estoy solo,

y tengo la certeza de que no soy nadie.

 

Pero hoy todo está bien,

todo está demasiado bien.

Me ocupa poco el dolor

que quizá en alguna parte duerme como animal sosegado,

y veo cómo el amor devasta y quema afuera,

lo veo desde mi sitio sin inmutarme,

y me sirvo de su presencia de gotera noble

para alimentar esta casa.

 

 

 

 

Semilla: Remanencia de la luz (Instituto Sinaloense de Cultura, 2019).

Jobyoán Villarreal. Culiacán, Sinaloa 1985. Poeta mexicano. Ingeniero Industrial y de Sistemas egresado de la Universidad Autónoma de Occidente Campus Culiacán UAdeO. Autor de dos poemarios y un Plaquette de poesía. Obra suya forma parte de cuatro antologías colectivas, dos en México y dos en España. Fue becario del Fondo Estatal de Cultura y Artes FOECA 2007-2008 en la categoría de Jóvenes Creadores en la disciplina de poesía. Fue finalista del VIII Premio Internacional de Poesía Jovellanos, ‘El Mejor Poema del Mundo’ con su poema Llanto de tierra (Ediciones Nobel, Asturias, España, 2021). Recibió una mención honorifica en la I Convocatoria Internacional de Poesía “Vuela Palabra” (Vuela Palabra Revista de Literatura y Arte, Concord, California, USA, 2021). Recibió el primer lugar en el Certamen de Poesía Metáforas del Sur (Proyecto Cultural Sur, Vancouver Canadá, 2021). Fue condecorado como Artista del año 2021 (Proyecto Cultural Sur, Vancouver Canadá, 2021). Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés. Ha participado en varios eventos culturales y sus poemas se han publicado en diversos medios tanto impresos como electrónicos. Desde el año 2018 reside en la ciudad de Vancouver, Canadá.

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